Aquella tarde me arrebataste el amor. Prendiste un cigarrillo y quemaste el tabaco de mis sentidos. Tiraste la colilla con mi corazón colgando, y te metiste a la boca de metro de Colón. Tomaste la línea 4, con mi cordura bien guardada en uno de tus bolsillos. Bajaste en la parada de Velázquez, saliste hacia Castelló y llegaste a tu casa, con mis ilusiones aplastadas y pegadas a tu zapato. Abriste la ventana de tu habitación, para dejar salir el olor de mis últimos días. Fuiste a la cocina y te serviste un poco de zumo, dejando caer varias gotas de mis lágrimas. Te bebiste todas mis esperanzas, sin pensar en lo vacía que me dejabas. Volviste a tu habitación, encendiste la radio de mis súplicas y te acostaste en la cama que cierto día me regalaste. Te quitaste los pantalones de mis deseos y cerraste los ojos de mis placeres. Soñaste mis sueños. Dormiste mis noches. Te despertaste y emitiste mis carcajadas. Te acordaste de mis recuerdos y te avergonzaste de mi vergüenza. Te amaste, porque me habías robado la locura de ti.
Del desamor y sus demonios...