Del desamor y sus demonios...

martes, 25 de noviembre de 2008

Momento-pensar

Es el momento de la justificada soledad injustificada.

Es el momento de extrañar tu inexistencia.

Es el momento de la sangre mental.

Es el momento de pensar.

Es el momento .

 

Pensar.

 

Pensar-momento.

El momento del pensar.

Momento de cinco minutos.

Temporalidad en que me desarmo.

Porque amo infaliblemente desamando.

 

Indefensa, amo, desamando más y más.

Amo, desarmándome más y más.

Hasta que acaba el momento.

Y yo, armada y amada…

… dejo de creer ya.

 Y lo acepto.

Nunca…

 

… aparecerás...

 

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Haberes cíclicos

Hay un comienzo sin fin: un final sin inicio.

Hay una raíz persecutora.

Hay una nariz de pinocho colgada bajo mis ojos.

Hay un “tú” inventado, aceptado, gozado, envilecido y, con suerte, olvidado.

Satanizado.

Hay “yo”, hay “mi”, hay “mí”, hay “lo que soy”.

Unas veces.

Otras no hay.

Hay siempre una crisis extra en mi equipaje de mano.

Pero hay, y por eso no muero instantáneamente, un autoperdón de esos pecados que cometo en contra de mí.

Hay, sí la hay, una divinidad en mi vida.

Yo, mis convicciones, mis pasiones, mis amores, mis ilusiones y mis viajes.

La filosofía olvidada.

Hay una metafísica en mi religión personal: un cielo lleno de futuras aventuras a estrenar, y un infierno repleto de pasados desamores para recordar.

Hay un demonio insistente, contraparte de un dios fugaz: hay un “último” pseudoamor inmanente, contraparte de un trascendente “nosotros” real.

Hay alguien que no eres tú.

Eres tú alguien que no hay.

Hay un fin sin inicio, cuyo comienzo no tiene final.

Pero hay, y parece que por eso muero instantáneamente, un sacrilegio propio: la felicidad a medias, eternamente caduca y vieja, en interminable renovación.

… ciclo que no cesa ni de comenzar, ni de terminar, ni de comenzar, ni de terminar...

lunes, 25 de agosto de 2008

La eternidad del desamor o todos los tiempos del amor

El tiempo de otro de mis tiempos.

El tiempo de mi perdición, que es el tiempo de tu rancio recuerdo tardío.

El tiempo que no debí vivir porque no es tiempo, sino simple espacio temporalizado.

El tiempo de esa otra que ha dejado de ser otra para ser yo.

El tiempo de la confusión como esencia.

El tiempo de mi esencia de confusión, que es la esencia de mi tiempo.

El tiempo en que ya no eres mi tiempo, pero vives en mi espacio temporal.

El tiempo en que ya no estás en mi espacio, pero te repites en mi tiempo espacial.

El tiempo de mi tiempo en ellos, para ya no tenerte más en mi tiempo.

El tiempo de mi fracaso, que no es más que el fracaso de mis tiempos.

El tiempo de mis tiempos: la muerte temporal.

El tiempo en que el amor me vuelve a traicionar porque no deja de convencerme de que es verdad. 

Todos los tiempos del desamor o la eternidad del amor

domingo, 6 de julio de 2008

Déjame esta vez

Déjame besarte con la rechazada entrega de esos labios que duermen a tu lado en mi cama.

Déjame imaginarte como no eres e inventarte como no serás: tocando la guitarra para mis ilusiones, componiendo verdades musicales y cantando absurdos caminos cruzados.

Déjame ser esa que soy, déjame olvidarme de aquella que fui y quiero ser, déjame dejarte, déjame una y otra vez, déjame y déjame, déjame o déjame, para no dejarte en los cinco minutos diarios durante los cuales aún creo en el amor.

Déjame engañar, déjame herir.

O mejor: déjame engañarte, déjame herirte.

Déjame hacer justicia esta vez que me arriesgué a ti.

Esta vez que caí sin caerme.

Esta vez que es la última vez, la única vez, la próxima vez, la enésima vez, la vez.

Déjame esta vez vivir la mejor de las veces.

Déjame esta vez.

miércoles, 4 de junio de 2008

Esta noche neoyorkina

Efímera ilusión, y yo con el corazón en la mano, ofreciéndolo a todo estúpido que pasaba.
Efímera tu visita, efímeros tus besos, y yo con los pedazos de mi corazón y el coraje atorado en la garganta, y yo con los pedazos de mi coraje y ya sin corazón.
No hablas francés, pero hablas el idioma de los cabrones.
No hablo el idioma de los cabrones, pero hablo francés.
Se me acaban las palabras gringas y se me va la vida esperando, sin esperar esperar.
Al final, fui yo la única estúpida a quien no ofrecí mi corazón ya inexistente.

sábado, 15 de marzo de 2008

Mis múltiples

El poder de tu mentira es imaginario, pero tan real que la imaginación misma se siente engañada. Y por enésima vez decidí, con delicada anterioridad a aquella noche en tu "luxury"-Manhattan, seguir autotraicionándome hasta el día de mi muerte. Un “… prends tes mains!” en medio de tu cama y mi rapidez en la matanza de la moralidad, me dejaron con un pie en el borde de la pesadez. Pero es sólo ahora, cuando el recuerdo de lo que nunca pasó me aplasta y me entierra en el cementerio de mis múltiples soledades en Argüelles y Brooklyn, que mi pie ha resbalado ya.

Mensajes de mensajes y dos llamadas, mi nextel y tu iPhone, un sushi en el bar que casi posees, la historia de tu mundo cibernético, mi mojito inseguro, tus meseras atractivas, mi deseo cuasiroto, tu boca indeseada… Átomos amarillos del taxi que me atropelló y me otorgó una más de mis múltiples muertes en Madrid y Nueva York.

Ojalá pudieras leer mi español: sólo te quedaste con mi arete. Mi esencia de sacrificio y culto a la informalidad social de la heterosexualidad no se ha doblegado. No volveré del más allá para que, por segunda vez, mis alienadas manos se pierdan en tu formalidad francesa.

Pero, ya desnuda de ti y de ti-mañana y de ti-demás, no me puedo desnudar del último de mis problemas circunstanciales: no creo en el más allá.

miércoles, 20 de febrero de 2008

19 de febrero, fecha de caducidad del amor

Una soledad en Manhattan no es más que un engaño para los ociosos. Un engaño en Manhattan no es más que una soledad extra en mi bolsillo. Los acontecimientos que han llenado mis 43 días neoyorkinos prohíben la autoprohibición de mi mundito de amor light. Ayer la vida por fin me miró directamente a los ojos y me dejó bien claro que no tengo otra alternativa: “Resígnate, no hay más Madrid de amor fresco; sólo un presente Nueva York, o un probable París, o un olvidado Londres, o, ¿por qué no?, un posible Tokio… de amor podrido, siempre podrido y podrido para siempre.”

Hoy es 20 de febrero, y en Central Park un actor se volvió escritor porque le pregunté y le respondí a la vida: "¿De qué color es el amor? El amor es rojo. A veces es negro."

Una etapa sin vida de una vida sin etapa

Desde ayer tengo el amor atorado en la garganta.
No sé si voy a vomitarlo o a toserlo.

Soltería-soltería que es, simplemente, soltería. Soltería con leche.
Pero no dejo de toser.

Recuerdo que alguna vez te recordé,
y te pierdo sin haberte hallado desde que te perdí.

He derramado tres lágrimas secas mientras jugaba con el poema de Girondo. He dormido ocho horas nocturnas, pero aún no se me apaga la vida. Mi oscuridad de-mente es sólo un ligero apagón de-s-esperanzas.

Nueva York no perdurará en mi eternidad, sino apenas en mi temporalidad. Del lustro madrileño y del año neoyorkino, gasto cinco años de antaño y el año del año.

Éstos son los segundos de mis delirios de nada.
Éstos son los minutos de mi saciedad del todo vacío.
Éstas son las horas de mi hartazgo de soledades acompañadas.

Brooklyn renace en su vejez.
Manhattan envejece en su nacimiento.
Y yo soy la misma desde que cambié.

No me queda más que saborear las vespertinas nostalgias azucaradas que añado a mi matutino café negro del deli fílmico, la nueva soledad de mi vivir sola, y mi etapa de vida cuando no hay ni etapa ni vida.

domingo, 10 de febrero de 2008

Mis labios pecaminosos

El amor podrido renació en mí por culpa de aquel fugaz beso indiferente que me encarceló en la ilusión más imbécil de mi adaptación neoyorkina.

Amor caduco, ya no amor con leche, sino amor cortado. Aquél fue el desayuno etéreo durante mi pasado multiusos, siempre victimario pero aparentemente víctima, que elementalmente podría ser definido como el tiempo en que aterrizaba en el aeropuerto de las desilusiones más jugosas.

Se acaba la etapa del vértigo. Ma nouvelle étape, tu ne seras plus avec moi. Y si un segundo se termina, es porque otro segundo comienza. Tal es como funcionan los consecutivos. Son las 12.01 am. Pronto serán las 12.02 am, y hallaré aún más belleza en los números. La simetría, yo la dicto. Los parámetros estéticos de la misma, me los he adueñado también.

Ayer masticaba un inglés con sabor a cerveza. No dije mucho, sólo la verdad acerca de la soltería. Ignorarla es más meritorio que disfrutarla. Ahora sé que tengo unos labios pecaminosos, los mismos ciegos que han besado la vacuidad semiasiática, la vaciedad europea y la nimiedad americana.

El amor podrido renaciente, ¡la alarma ha sonado! Ya no habrá más subhumanidad en mis letras; sólo habrá humanidad en mis imágenes móviles. Ya no habrá más subhumanidad en mis pensamientos; sólo habrá humanidad en las verdades de la mentira que me cuente para mantenerme mundanamente activa y sonriente aún más allá del trayecto de metro que me lleva de Williamsburg a Union Square.