Del desamor y sus demonios...

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Haberes cíclicos

Hay un comienzo sin fin: un final sin inicio.

Hay una raíz persecutora.

Hay una nariz de pinocho colgada bajo mis ojos.

Hay un “tú” inventado, aceptado, gozado, envilecido y, con suerte, olvidado.

Satanizado.

Hay “yo”, hay “mi”, hay “mí”, hay “lo que soy”.

Unas veces.

Otras no hay.

Hay siempre una crisis extra en mi equipaje de mano.

Pero hay, y por eso no muero instantáneamente, un autoperdón de esos pecados que cometo en contra de mí.

Hay, sí la hay, una divinidad en mi vida.

Yo, mis convicciones, mis pasiones, mis amores, mis ilusiones y mis viajes.

La filosofía olvidada.

Hay una metafísica en mi religión personal: un cielo lleno de futuras aventuras a estrenar, y un infierno repleto de pasados desamores para recordar.

Hay un demonio insistente, contraparte de un dios fugaz: hay un “último” pseudoamor inmanente, contraparte de un trascendente “nosotros” real.

Hay alguien que no eres tú.

Eres tú alguien que no hay.

Hay un fin sin inicio, cuyo comienzo no tiene final.

Pero hay, y parece que por eso muero instantáneamente, un sacrilegio propio: la felicidad a medias, eternamente caduca y vieja, en interminable renovación.

… ciclo que no cesa ni de comenzar, ni de terminar, ni de comenzar, ni de terminar...