Del desamor y sus demonios...

lunes, 24 de septiembre de 2007

Manos amantes

Deja de observar mi mano. Sí, es la misma que tocaste y te tocó. Deja de observarla con esa ansia del que nunca llegó a colocarla entre su mano. La tuviste, no puedes negarlo, y ahora te pido que la poseas nuevamente para la posteridad de nuestra psicología consolatoria.
Y entonces tu mano ya no es tu mano. Y entonces tu mano es una mano. Y entonces mi mano muere de mí y revive de mano. Manos. Son manos. Lo nuestro ha quedado atrás, en el olvido de lo que inciertamente ocurrió. Pero esto sucede, no hay duda.
Las manos amantes empiezan acariciándose poco a poco, con una cadencia profundamente táctil. Dedo por dedo, dedo con dedo, palma y palma. Se adhieren en el acto mismo del amor, hacen el amor. Los dedos y los dedos se han fusionado, y ahora nuestras manos se han convertido en una piedra epidérmica sólidamente arraigada en unos corazones perdidos, que recuerdan y recuerdan y recuerdan, sin saber muy bien qué.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Tu 28 de noviembre

Aquella tarde me arrebataste el amor. Prendiste un cigarrillo y quemaste el tabaco de mis sentidos. Tiraste la colilla con mi corazón colgando, y te metiste a la boca de metro de Colón. Tomaste la línea 4, con mi cordura bien guardada en uno de tus bolsillos. Bajaste en la parada de Velázquez, saliste hacia Castelló y llegaste a tu casa, con mis ilusiones aplastadas y pegadas a tu zapato. Abriste la ventana de tu habitación, para dejar salir el olor de mis últimos días. Fuiste a la cocina y te serviste un poco de zumo, dejando caer varias gotas de mis lágrimas. Te bebiste todas mis esperanzas, sin pensar en lo vacía que me dejabas. Volviste a tu habitación, encendiste la radio de mis súplicas y te acostaste en la cama que cierto día me regalaste. Te quitaste los pantalones de mis deseos y cerraste los ojos de mis placeres. Soñaste mis sueños. Dormiste mis noches. Te despertaste y emitiste mis carcajadas. Te acordaste de mis recuerdos y te avergonzaste de mi vergüenza. Te amaste, porque me habías robado la locura de ti.

lunes, 17 de septiembre de 2007

La mujer creadora

"... Mujer creadora, mujer libre, niña. Es el tiempo de la realización de la mujer. Se presenta, finalmente, el estadio en que el deber ya no recibe un “no” por respuesta, sino un verdadero “sí”. Sin embargo, este deber ya no es un dragón ni una voluntad ajena; la mujer ha creado su propio mundo, donde sólo existen su voluntad y su deber propios. Se ha olvidado del dragón y ha dejado atrás el reflejo destruido; sus manos han cicatrizado. La mujer libre para crear, ahora, es plenamente libre. Piensa libremente, cree libremente, valora libremente y, por supuesto, actúa libremente..."


Mis zapatos rojos de Osaka

"... No podías ser tú, indudablemente. Yo estaba en mi isla asiática, lejos de tu península ibérica. Mi isla, porque ese país ya me pertenecía de acuerdo a las leyes de mi mundo de nostalgia. Las lágrimas y un nuevo sombrero japonés adornaban mi cara, mientras de mis puños colgaban bolsas de plástico y papel con logotipos variados. ¡Es él! “Please, I have to go…” La cajera me miró sin juzgarme y simplemente emitió “sho sho omachikudasai”. Casi sin escucharla, me moví aceleradamente hacia las escaleras que conducían a la puerta de la tienda. Ya no estabas. Y entonces, tristemente y marcando acompasadamente cada uno de mis pasos, rodeada de zapatos sicodélicos y promesas de caminatas con rumbos desconocidos, bajé las escaleras y volví a la caja. Ocho mil yenes menos y un recuerdo más de tu ausencia avivaron el olor a podrido del tiempo..."

viernes, 7 de septiembre de 2007

Disolviendo tu presencia ausente

(Palabras ensayando ser poema)

Mi entierro de ti.
Tu entierro en mí.
Enterrémonos sin palabras,
enterrémonos con encuentros.

Entiérrame entre tus brazos,
y a cambio te enterraré lejos,
tan lejos como mi pie sangrante,
lejos como tu continente en ocaso.

¡Deja de poner tu cara en todos los cuerpos!
¡Deja de poner tu cuerpo en todas las camas!
No necesito más de tu presencia ausente.
Es tu lejanía la única que necesito presente.

Placeres de ti

Te debí, gota a gota. Y comí. Contigo sentía la justificación de caer en la tentación de mis propias prohibiciones.
Me regalaste placeres que ya me pertenecían (...) Tu negativa (...) fue el mejor de los manjares que degusté (...) El postre más extraordinaria y meticulosamente preparado lo inventaste tú, cocinero madrileño...

La levedad de mi ser

Tú, mi transición más reciente.
Tú, causa del último de mis vértigos.
Tú, simple intervención en mi inmanencia, violación de mi fiel trascendencia.
Tú y yo. Silencio ruidoso, ruido silencioso. Mi nosotros del pasado. Y así empieza una nueva etapa: ma nouvelle étape, après mon vertige je trouve ma légèreté.

Cronología en Madrid

Madrid, ya sólo me quedan residuos de ti. Y prefiero vivir en mis sueños irrealizables hasta morir: aún con utopías invadiendo mi mente, aún con el deseo insatisfecho habitando todo mi ser.
Madrid, me diste y me quitaste. Me diste mucho y poco. Me quitaste poco y mucho. Me diste su tiempo y me quitaste mi tiempo. Me diste mi tiempo y me quitaste su tiempo. Mi tiempo nunca fue su tiempo. Su tiempo jamás fue mi tiempo. ¿Acaso existió alguna vez nuestro tiempo? Supongo que su tiempo era tan sólo un ínfimo fragmento de tu tiempo en mí, de mi tiempo en ti.
Madrid, no debí enamorarme de él.
Madrid, sólo podría irme enamorada de ti.

Siento el amor en páginas de Deleuze

Cataclismo ridículo. Hay belleza en tal sentir, "belleza" en el sentido más paradójicamente objetivo, "objetivo" en el sentido público en que todos suponemos ese elemento excéntrico, indefinible, cambiante, ilimitado e impasible que es el acontecimiento amoroso. Éste, como acontecimiento que es, no se permite desaparecer en el tiempo, insistiendo en un pasado-futuro, esquivando (desde una segunda lectura) el presente. Te he querido y te querré. ¿Hace falta decir que te quiero?

El tiempo de tu presencia

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que el amor deje de ser novedad mutable? El tiempo de tu presencia, el tiempo de tu compañía, tu tiempo, tú. Tienes que pasar tú para que el tiempo deje de ser mi tiempo, y empiece a ser nuestro tiempo, y termine siendo simplemente tiempo. A veces me da miedo aceptar que tú eres el tiempo.

Tu presencia presente

... Entonces sé que vivo, aunque la mayor parte del tiempo parezca ignorarlo. Vivo, sí. Y cuando pienso, abro más y más la herida de mi tortura mental. Sí, vivo. Y cuando siento, te invoco...