En realidad, los hombres sólo me sirven para escribir. Intentos poéticos, pseudopoesía, literatura improvisada, arte meramente pretencioso, neoverbalizaciones corporales y mentales, vivencias mezcladas en la letra, invenciones literarias mojadas de filosofía, inventos filosóficos colgados en las esquinitas de mi monolito poético... Y un pasado que me cuesta esquivar, por empeñarme en exprimirlo una y otra vez hasta dejarlo seco, con las arriesgadas intenciones de sacarle todas las gotas de mi empirismo pensante: una a una, y todas reunidas (revueltas o bien delimitadas) experiencias-gotitas que llueven de mis aventuras-nubes, primeras y segundas (mayoritaria y minoritariamente) amorosas, pequeñas y grandes, verdaderas y falsas, reales y ficticias, débiles e intensas.
Para ser sincera, me estoy acostumbrando a mi soltería impuesta y a mi orfandad adoptada. Y, no puedo negarlo, me está gustando tan independiente nueva costumbre.
Pero, siendo aún más sincera, no logro erradicar mi anhelo de que un mismo amante me reciba en cada aeropuerto que piso. O, mejor, sueño con aquella utopía del amor humanamente viajero (o "novio portátil") que cargue mis maletas y documente las suyas como mi equipaje, que compre todas las plazas disponibles de todos los vuelos que tomo, que tenga un pasaporte lleno de visas de mis naciones y sellado sólo con mis besos: un vagabundo de mis laberintos, en cuyos boletos mexicanos, billetes españoles o tickets internacionales se lea siempre como destino el mío.
Para ser sincera, me estoy acostumbrando a mi soltería impuesta y a mi orfandad adoptada. Y, no puedo negarlo, me está gustando tan independiente nueva costumbre.
Pero, siendo aún más sincera, no logro erradicar mi anhelo de que un mismo amante me reciba en cada aeropuerto que piso. O, mejor, sueño con aquella utopía del amor humanamente viajero (o "novio portátil") que cargue mis maletas y documente las suyas como mi equipaje, que compre todas las plazas disponibles de todos los vuelos que tomo, que tenga un pasaporte lleno de visas de mis naciones y sellado sólo con mis besos: un vagabundo de mis laberintos, en cuyos boletos mexicanos, billetes españoles o tickets internacionales se lea siempre como destino el mío.