Del desamor y sus demonios...

martes, 14 de abril de 2009

Sin comas

Y de pronto quise entender que la fuente de mi dolor de cabeza no eras tú ni provenía del pseudoamor que te tengo ni de ninguna de esas cosas que parecen reales pero que en mi caso son todas inventadas.

Y ya después de mi segunda y tercera y cuarta y enésima experiencia del pseudodesamor me di cuenta casi antivoluntariamente que es tan fuerte mi deseo de amar que termina asesinando toda posibilidad de existencia de eso tan endeble y frágil como la realidad del amor.

Y tarde e inmediatamente fuera del segundo supremo me percaté ya sin deberla ni temerla que me he vuelto como un hielo extraño que se derrite anticonvencionalmente por completo sólo durante un bizarro segundo diario.

Sigue siendo un segundo.

Es el tiempo perfecto de la máxima ingenuidad de la ilusión.

Uno y ya se me hace mucho tiempo.

Un instante-reino-prisión perdido y agonizante en una eternidad-libertad.


(Pero gracias. Me hiciste-me hice escribir de nuevo.)