Del desamor y sus demonios...

sábado, 17 de noviembre de 2007

Oda a la soltería errante

“Puse precio a mi libertad, y nadie quiso pagarlo..."CALAMARO

¡Viva la soltería!
¡Viva el precio que nadie quiso pagar!
Y la pregunta filosófica siempre irresuelta:
¿qué es lo que me espera allá, en pleno "Fernweh"?

Besar el futuro, posible respuesta,
deliciosa propuesta de los amorosos de Sabines.

¡Vivan los besos que aún no me han besado!
¡Vivan las copas que todavía no me han invitado!
¡Vivan las manos que no me han acariciado!
¡Vivan las palabras que aún no me han perturbado!

Bendito futuro,
santa pasión pura,
intocable pureza pasional,
soltería-divinidad,
¡que viva mi soledad!

Brindo por todo ello con Corralejo,
en una tequilera ciudad de Buenos Aires.
Brindo por todo ello con un cabernet salteño,
tinto del día abismal
en que la verdad más mentirosa salió de mis dedos solitarios,
esos diez que se empeñan en manejarse con cerebro y corazón propios.

Lo siento amor,
no me inspiras nada para completar mi "Guía de cómo combatir el amor".
Lo siento mi cielo,
soy caótica,
pero no hay caos más disfrutable que mi vida antes y después de ti.

Me prometo, sin riesgo a traición,
que el único camino de vuelta a ti será el recuerdo del olvido traicionero,
en la inmensidad del cielo latinoamericano,
donde el sentido de mi pequeñez se presenta sin avisar,
en esa inmensidad loca,
gemela de la locura inmensa de mi inevitable libertad,
allí donde me pierdo en el vacío,
pero justo ahí donde hallo (una y otra vez) mi completud individual,
desintoxicada ya en las yungas y salinas argentinas.

El olvido, te repito,
el enemigo más amigo de mis sentidos,
esa evasión del pasado pasional de la pasión pasada,
asesinada por mis latinos y telenovelescos arranques emocionales,
pero velada y enterrada ya desde antes por tu odioso silencio germánico.

Mientras haya algo que escribir,
no hay arrepentimiento que predicar.
Mientras haya sentimientos y emociones que comunicar,
aunque sordos sean los que escuchen,
o ciegos los que leen,
o pendejos los que callen,
y mudos los que hablen,
creo en la inmoralidad del "sentirme mal por haber amado tanto",
creo en la prohibición del vivir mortal sin amor-quilombo,
y en el aniversario de mi romance conmigo
me regalaré esos cuatro claveles del tango de Calamaro.