Esta noche tengo ganas de ti, músico. Esta noche tengo ganas de todos, músico.
Esta noche tengo ganas de noche, y noche tras noche ganaré más ganas de noche.
Lo nuestro fue una noche, nuestra noche.
Nuestros acentos adoptados predominaban sobre nuestro origen común. No te recordaba, y no te recuerdo, pero siempre te recordaré. No olvidaré aquella fresca mañana de resaca apresurada, cuando tomaste tu guitarra y me enseñaste la diferencia entre el blues y el jazz. Nunca dudé que fueses un profesional, a pesar de que creías más en mi incredulidad artística que en tu talento de donjuán.
Esta noche no se me quitan las ganas de ti, músico. Esta noche te buscaré entre mis sábanas, músico. Se me ha perdido un jazzista, diré con acento español. Se me ha perdido un mexicano, uno de mi pueblo, será el eco de mi profundidad verbal.
Una noche, no me faltó más. Pero una noche no me bastó, quiero más. Quiero secuestrarte, seducirte una y otra vez hasta cansarme de esconderme contigo. Quiero que me vuelvas a proponer irme contigo, prolongando la propuesta más allá de aquel cuarto de baño y los cinco minutos que duró nuestra pasión clandestina.
Adiós invitados. La invitada se va con el colado. Júzguenme, que la moralidad es mi enemiga. Júzguenme, que el alcohol ha vuelto a hacer de las suyas. Yo me voy, sólo tengo esta noche. Nos vamos, invitados. Una noche, una nada más…
Del desamor y sus demonios...