No sé cómo decirte que no existe vacuna, que soy yo la que tiene que desintoxicarse de la subhumanofilia crónica que llevo cargando desde hace unos 365 días cronológicos en una temporalidad exactamente marcada desde su aburrimiento hasta tus palabras de hoy.
Tampoco sé cómo apareció tan común enfermedad, vulgar, poco merecida, al menos en mujeres que ya nos hemos topado una y otra vez con los mismos varones ingenuos de nuestra ingenuidad.
Sé aún menos cuál podría ser la cura del veneno fatal que te he dado a beber, efecto secundario líquido del no saber rechazar un beso.
No sabría jamás psicoanalizarme a partir de esos sueños cinematográficos que me orillaron a pedirte un beso y sentirlo en la imagen del obelisco porteño y la 9 de julio atrás y delante, de ti y de mí.
No sé cómo gritarte que quiero huir, que me dolió y me gustó escucharte, "... me tengo que vacunar contra vos...", que me saliste más metafórico en el micro que la metáfora real de esta crisis venidera.
Tampoco sé cómo apareció tan común enfermedad, vulgar, poco merecida, al menos en mujeres que ya nos hemos topado una y otra vez con los mismos varones ingenuos de nuestra ingenuidad.
Sé aún menos cuál podría ser la cura del veneno fatal que te he dado a beber, efecto secundario líquido del no saber rechazar un beso.
No sabría jamás psicoanalizarme a partir de esos sueños cinematográficos que me orillaron a pedirte un beso y sentirlo en la imagen del obelisco porteño y la 9 de julio atrás y delante, de ti y de mí.
No sé cómo gritarte que quiero huir, que me dolió y me gustó escucharte, "... me tengo que vacunar contra vos...", que me saliste más metafórico en el micro que la metáfora real de esta crisis venidera.
Sos vos, sin duda, eres tú, el acertijo bonaerense que me ha bañado en la confusión de unas cataratas de Iguazú mojadas... ¡Agua empapada de todas las lágrimas que aún me quedan por derramar!