Cuando tenía 9 años, los diez parecían simétricos.
A mis 26, los treinta parecen prestigiosos.
Cuando tenía 10, quinto de primaria era la cúspide.
A mis 26, la maestría es la base.
Cuando tenía 11, mi padre era un mago.
A mis 26, mi padre es un semidiós.
Cuando tenía 12, mi hermano tenía 8.
A mis 26, mi hermano tiene 80.
Cuando tenía 13, una pequeña ciudad era el centro del mundo.
A mis 26, el mundo ya no tiene centro.
Cuando tenía 14, me gustaba un niño.
A mis 26, mi novio cocina todos los días.
Cuando tenía 15, me vestí de princesa.
A mis 26, odio todo tipo de realeza.
Cuando tenía 16, el amor aparecía, de pronto aparecía.
A mis 26, el amor se construye.
Cuando tenía 17, la filosofía era un milagro.
A mis 26, la filosofía es mi salvación.
Cuando tenía 18, Madrid era el futuro de mi presente.
A mis 26, Madrid es el recuerdo de los olvidos.
Cuando tenía 19, la vida no valía nada.
A mis 26, la nada vale la vida.
Cuando tenía 20, viajar significaba conocer.
A mis 26, viajar significa volver.
Cuando tenía 21, me enamoré por primera vez.
A mis 26, sigo sin entender porqué.
Cuando tenía 22, me desenamoré por primera vez.
A mis 26, me pregunto exactamente de quién.
Cuando tenía 23, volví.
A mis 26, no sé si volveré.
Cuando tenía 24, en Nueva York todo podía pasar.
A mis 26, todo pasó, a veces en Nueva York.
Cuando tenía 25, me enamoré por segunda vez.
A mis 26, el destino me convence de su existencia.
Cuando tenía 26 no aplica.
A mis 26, ya casi tengo 27.
Del desamor y sus demonios...
sábado, 5 de febrero de 2011
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